lunes, 28 de enero de 2019

Asesinato saludable

Ahí estaba él, era el punto fuerte del programa. Se habían congregado cientos de personas solo para verle. De hecho toda la feria del libro estaba prácticamente tomada por sus seguidores. Y él, como el boxeador antes de saltar al ring, a punto de salir para firmar ejemplares. Sabía cuál era la tónica: "Hola, me gustan mucho tus libros ¿me lo firmas? Sí, claro, ¿Cómo te llamas? Fulanito. Para fulanito con cariño... Hola, soy Menganita y me encantan tus historias. Para Menganita afectuosamente..." Y así uno, y otro, y otro… Pero estaba harto. Harto de que todos sus pequeños lectores adorasen al imbécil del Pascualito Trueno y sus puñeteras aventuras. Y además odiaba a los niños. Lo que realmente le apetecía era hacerle desaparecer. Él ya no era Epiménides Emanuel Cuernavaca, el que según su padre iba a revolucionar la filosofía moderna y poner su apellido en lo más alto, era simplemente el de las aventuras de Pascualito Trueno. Todavía recuerda el día que le dijo a su progenitor que le iban a publicar su primer libro; y, sobre todo, recuerda ver cómo se le saltaron las lágrimas cuando le dijo el título: Aventuras de Pascualito Trueno. Desde aquel día su padre prácticamente le retiró la palabra. Pero Pascualito Trueno pagaba las facturas a final de mes, mientras que a sus clases de filosofía comparada no iba ni Dios y su plaza estaba en la cuerda floja. Así que estaba harto. Harto de Pascualito, de la filosofía y de la mirada decepcionada de su padre. Tanto que la cosa iba a cambiar. Con todo lo que había ganado con el personaje de marras se podía retirar sin problemas. Había llegado la hora, Pascualito Trueno iba a morir. Y subió al ring como el boxeador con la sonrisa de quien se sabe dispuesto a todo. Salió con la única meta de decir ¡adiós Pascualito Trueno!

El hombre es la única criatura que rechaza ser lo que es-Albert Camus.

VI PREMIO DE MICRORRELATOS MANUEL J. PELÁEZ