domingo, 10 de febrero de 2019

Ese niño

Dicen que según crecemos, el niño que una vez fuimos, va desapareciendo. Pero ¿y si no es así? Y si sigue ahí. Y si un día mientras te estás afeitando, tratando de quitarte de encima esa barba que solo dan los cincuenta años que ya tienes, levantas la cabeza y te encuentras con la mirada de un niño, que te observa, directo. Un niño al que conoces. Y te guiña un ojo. Aquel niño que un día quería ser médico, al siguiente pirata y al otro estrella de rock. Aquel niño que tenía todo un mundo a sus pies sin salir de su habitación. Que aspiraba a todo. Aquel eras tú.

Y hoy estáis aquí. Tú y ese mocoso del espejo. Que te mira, extrañado, preguntándose qué quedó de aquello. Y le devuelves la mirada, amarga, contestándole que eso es lo que hay. Que no supiste, que no pudiste o que no te dejaron hacer más. En ese momento se te hace un nudo en el estómago y una lágrima cae por tu mejilla. Porque efectivamente ¿dónde quedó todo aquello? Y ahí, solo en ese momento es cuando el niño que tienes frente a ti te sonríe, y sin esperarlo, te suelta un soplamocos imaginario, que parece doler como si de verdad lo hubiese hecho. Y ya no sonríe. Sigue mirándote directo pero ahora enfadado, como diciéndote me has defraudado. Tú y yo no somos el mismo. Antes eramos otra cosa;  optimistas, teníamos ganas, coraje, éramos felices... Y Sigue mirándote con ganas de volver a soltarte otro sopapo. Pero ¿y qué le dices? Que la vida es como es; que, quizás, no te haya tratado mal pero no has hecho ni una décima parte de lo querías, creías, pensabas que ibas a hacer. Y ¡zas! otro soplamocos, y este sí ha dolido de verdad. Le miras sorprendido, con la mano en la cara, donde supuestamente te ha propinado la galleta. De sus ojos sale un ¡Haz algo!, no permitas que esto siga así, al tiempo que también una lágrima cae por su mejilla. Y la mirada entre ambos es infinita, de comprensión, de cariño, de amistad... y de gratitud. Sí, de gratitud. Porque ese niño apareció en el momento idóneo, en el instante de desolación del adulto. Surgió para estimular y recuperar el significado de las cosas que importan, tendiendo su pequeña mano para tirar de ti. Para salvarte del ahogo en tu pequeño océano. Para mirar en la dirección adecuada.

Hoy ya no voy solo. Llevo de la mano a aquel que fui, no sea que se me vuelva a olvidar y me pierda otra vez en el camino.


PD. Esta historia no es autobiográfica. O a lo mejor sí.